Aquellos que guardan en su memoria los recuerdos más lejanos me han contado de los primeros momentos que el Gringo vivió en Los Apamates... Llegó como caído del cielo, de la mano de nadie. Fue como si un navío extraterreste lo hubiese secuestrado de una comuna hippie en California para liberarlo caprichosamente en una calle caraqueña, en Sabana Grande. No parecía nadar en la abundancia a juzgar por su apariencia. Nadie sabía a que se dedicaba o si tenía oficio alguno; apenas hablaba unas pocas palabras en español y no se le veía consumir otra cosa que bolsas de maní y latas de Cocacola. Desconozco si para ese entonces era ya un adicto a los cigarrillos mentolados, esos de bocanadas tan frías que parecen congelar la garganta.
En realidad, esta clase de gringos no son tan extraños: se adentran en territorios desconocidos, no tanto por el sentido de la aventura sino porque les fastidia medir riesgos. Toman la vida como viene, se aparecen sorpresivamente en las vidas de otros, se hacen querer por su natural temperamento y también, de nuevo sorprendiéndonos, nos dejan un día...
VIRGIL...
Resultó que tenía oficio... y después mostraría habilidades en muchas otras ocupaciones. Había llegado a Venezuela como bailarín para algún programa de variedades en la TV local, actuando en esos shows que se transmitían en vivo. Después -cuando se esparció como una plaga la afición a las motos- llegó a convertirse en diestro piloto y experto mecánico. Creo que dejó las carreras de motocross a causa de un espectacular y aparatoso accidente que bien pudo costarle la vida. Fue también fotógrafo profesional y finalmente un restaurador de muebles antiguos. Si un oficio requería de destreza manual, cierto sentido artístico, paciencia y perseverancia, entonces estaba hecho a la medida de Virgil Bishop, nuestro recordado gringo.
Terco como una mula, no era fácil verle cambiar de opinión. Leal -y mucho- con sus amigos, distante y cerrado con aquellos que no le simpatizaban... Esto último lo sé bien porque durante años fui su "enemigo" de referencia dentro del grupo. Esa animadversión mutua, que primero alimentamos con vivos recelos y luego continuó por simple y pura inercia, se inició con una tonta disputa. Alguna vez tuve un fuerte encontronazo verbal con uno de los pocos a quienes el Gringo admitía en su círculo de amistades muy cercanas. "El enemigo de mi amigo es también mi enemigo", parecía razonar Virgil. En conclusión, tras el correspondiente altercado verbal, acordamos tácitamente no dirigirnos la palabra y todavía más: ignorarnos el uno al otro.
Las pasiones de aquel momento, las molestias y el enojo que determinaron nuestra confrontación, pronto las borró el transcurrir de muchos días. Pero si el Gringo era terco, decidí no serlo menos, así que esta situación de "ignorarnos el uno al otro" se mantuvo por un largo e indefinido tiempo. Esto provocaba situaciones absurdas, como por ejemplo 4 o 5 personas en la mesa de una tasca... y dos de ellas éramos el Gringo y yo: requería de habilidad, de no poco esfuerzo, hacer como si el otro no existiese. Los resultados eran escenas dignas de aparecer en una película de los hermanos Marx.
Un día, mientras yo esperaba a cualquiera de los conocidos, el Gringo me sorprendió al tenderme la mano, afirmando que no tenía sentido alguno seguir con nuestra actitud: Santo Remedio.
LA DESPEDIDA
Como la vida nos ha llevado hacia uno y otro lado, no es raro que pasen meses e incluso años antes de encontrar un momento para reunirnos. Cierta vez una seguidilla de curiosos eventos determinaron que, en un mismo día, coincidiera en Caracas una amplia representación del grupo... Incluso hubo gente que no esperábamos ver, como Carlos "Catire" Montes , residente en España y de obligada visita en el país por la muerte de su hermano... o Raúl Amor, que por cualquier circunstancia venía desde Falcón para una breve visita a Caracas... También Rodolfo Suárez, al que suponíamos en Mérida (donde vive), en esos momentos andaba de incógnito por esta dolida ciudad.
Quizá por inesperada, por imprevista, resultó particularmente grata esta oportunidad de reunirnos. Recuerdo una exclamación que muchos repetían... "Gringo!! tanto tiempo sin verte!!!
Me retiré temprano, pero los demás permanecieron juntos hasta la madrugada de esa noche.
Era una despedida, y no lo sabíamos. Justo a las pocas horas Virgil Bishop falleció de un fulminante infarto. Fue como si alguien o algo más allá de nuestra comprensión le hubiera concedido el regalo de una última voluntad... sin dudarlo, el Gringo habría escogido despedirse de la mayor cantidad de amigos que le fuera posible, en una sola y única oportunidad. Raúl se enteró ya de regreso en Falcón y Carlos Montes, de vuelta a España en el avión que le llevaba. A Rodolfo le sorprendió la mala nueva aquí en Caracas... y algo tarde, pero no a destiempo, también tuvo la oportunidad de despedirse.
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1 comentario:
No puedo dejar pasar un reglón tan significativo sin no escribir algunas letras sobre El Gringo.
En mi infancia solo UN CAFE era lo que representaba el Café Los Apamates, hasta que El Gringo, quien como héroe de historietas me rescató un día de diciembre, de mis andanzas de muchacha, con patines incluidos debajo de un carro, y así dejó de ser UN CAFE de la esquina.
Una fiesta donde Mijares prosiguió, luego siguieron charlas esporádicas, donde yo me preguntaba, si era mi conversa o eran mis amigas lo que hacian propiciar los encuentros, en cierto modo mi amiga Mariló me lo confirmó. (creo que fueron varios los implicados).
Así llegué al Café, apadrinada por El Gringo, por lo tanto no puedo menos que dejar unas letras en su nombre.
En éste escudriñamiento de la memoria, me pregunto que será de Roy Cardozo, aquel joven penoso que para su desdicha tuvo que ser mi pareja del cortejo en los 15 de Silvia Milles. (hermana de Roberto).
Y del odioso Juan "El Gallego"..... dificil que alguien me caiga como piedra, pero él....... era una peñona.
Me acuerdo de Zanahoria, acérrimo enamorado de mi amiga Laura.... se acuerdan de Las Maduros? .. y de los Lazo?
Pero en fin..... que será de tantos!!
Siguiendo con El Gringo....
Solo quiero despedirme de él, dejando en éste humilde escrito mi agradecimiento por su amistad, su apoyo, sus alegrías y tristezas compartidas. Incomparable amigo de ésta pareja. (que si no hubiera sido por él, a Gyuri nunca lo hubiera conocido y por ende a nadie del Café "de la esquina").
PD: Gringo, te agradezco haberte despedido de mi también, horas antes de tu partida.
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